Tipos de estrés

La hipertensión alta o hipertensión es una de las cambios más comunes que agrava el estrés. A pesar de que no hay síntomas apreciables, la hipertensión puede dañar los riñones y llevar a un ataque de apoplejía.

Otros cambios conectados con el estrés y de orden más común son los conflictos gastrointestinales. Los más serios son las úlceras pépticas y la anorexia inquieta. Las úlceras están producidas por un exceso de jugos gástricos o por una sensibilidad desmesurada en una zona de la pared digestiva, lo que causa náuseas y dolor. La anorexia inquieta, más común entre las mujeres adolescentes, se caracteriza por la negativa a comer, hasta el extremo de que pueden llegar a fallecer. Otros cambios gastrointestinales producidos por el estrés son las dolencias inflamatorias del colon y el intestino, tales como la colitis ulcerosa y la enteritis local.

Los cambios respiratorios igualmente se pueden ver afectadas por el estrés. La más común de ellas es el asma, que puede estar producida por contratiempos de tipo emocional. Los ataques de asma se explican por respiración dificultosa, jadeos y la sensación de asfixia. Adicionalmente, el estrés emocional puede provocar o empeorar muchos trastornos de la piel, desde picores, cosquilleo y dolor hasta los que producen sarpullido y granos.

Las circunstancias más traumáticas, como pueden ser accidentes, catástrofes o experiencias de guerra pueden ocasionar una alteración hoy llamada alteración de estrés post-traumática. Conocida en tiempos de guerra como neurosis de guerra, esta alteración pasó a denominarse así tras su aparición en ex-combatientes que volvían de Vietnam e procuraban reincorporarse a la vida civil. Sus síntomas, que pueden demorar meses en aparecer tras observar un estado inicial de aturdimiento, incluyen la irritabilidad inquieta, obstáculo en vincularse con el entorno y depresión.

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