La emancipación civil de los judíos europeos, proceso que se vio lioso por un prolongado sentimiento antijudío que fue surgiendo en Europa, evocaba desemejantes reformulaciones del judaísmo, tanto en Europa occidental como oriental. En el oeste, en especial en Alemania, el judaísmo fue redefinido como una confesión religiosa, como un protestantismo moderno. El movimiento reformista germánico perdió las esperanzas de una vuelta a Sión (la tierra, el hogar de los judíos) y redujeron y embellecieron los servicios religiosos de adoración, adoptando en los sermones un lenguaje más corriente y negando numerosas de las leyes y tradiciones judías arcaicas. Los rabinos reformados asumieron muchos de los papeles de los ministros protestantes. Los primeros reformistas teológicos, tales como Abraham Geiger y Samuel Holdheim, influidos por filósofos alemanes como Immanuel Kant y Georg Wilhelm Friedrich Hegel, ponían mucho énfasis en los asuntos asociados con la ética y en la convicción del progreso humano. La facción más conservadora dentro de los reformadores, liderada por Zacarías Frankel, se encontraba a favor de conservar la lengua hebrea y de continuar practicando las tradiciones más convencionales. En disconformidad a la conducta de los reformadores, la ortodoxia moderna, cuyo guía fue Samson R. Hirsch, buscó armonizar el judaísmo convencional con las nuevas instrucciones.
En Europa del Este, los judíos formaron un grupo social numeroso y con características muy diferenciadas. Aquí, la modernización del judaísmo tomó la forma de un nacionalismo étnico y cultural. Lo mismo que otros movimientos nacionalistas que se encontraban surgiendo en el este europeo, el movimiento judío puso un especial énfasis en la revitalización de la lengua nacional (hebreo; luego igualmente el yidis) y en la producción de una literatura y cultura modernas. El sionismo fue un movimiento desarrollado para formar una sociedad judía moderna en las tierras bíblicas. Este movimiento se asentó firmemente en Europa del Este, tras haber sido expresado por los eruditos Leo Pinsker, de Rusia, y por el austriaco Theodor Herzl. El sionismo fue una ideología secular, sin embargo se encontraba enraizada y evocaba animosamente el convencional judaísmo mesiánico, suceso que al final terminaría con la producción del Estado de Israel en 1948.
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