Reunificación de Alemania

Con el acceso al poder de Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética, a finales de la década de 1980, los regímenes comunistas de Europa del Este comenzaron a perder el control sobre su población. El gobierno de Alemania Oriental cayó en 1989, un suceso que alteró hondamente las relaciones entre las dos Alemanias. Con la caída del muro de Berlín y otras barreras emigratorias, más de 200.000 alemanes orientales entraron en Alemania Occidental, cuyo gobierno no únicamente ayudó a los nuevos inmigrantes sino que igualmente asignó una gran cuantía de capital para apuntalar la economía de Alemania Oriental. Ambas Alemanias realizaron la unión financiera y monetaria en julio de 1990, y en octubre se disolvió la República Democrática Alemana y todos sus habitantes se transformaron en vasallos de la República Federal de Alemania, tras haberse notificado en los parlamentos de ambos países el Tratado de Unificación.

7.11.1 Cancillería de Helmut Kohl

La coalición dirigida por Helmut Kohl (canciller federal en Alemania Occidental desde 1982) consiguió la conquista en las elecciones que se conmemoraron en los arcaicos estados en diciembre de 1990. El restaurado Bundestag, que representaba ya a la Alemania unificada, hizo de Berlín la capital germánica el 20 de junio de 1991. La transferencia de la administración desde Bonn se espera que sea completada en el año 2003, aunque algunas oficinas gubernamentales se mantendrán en la arcaica capital federal.

7.11.1.1 Cambios financieros

Si la reunificación (Die Wende, o ‘el cambio’) aceptó el reencuentro de familias y amigos separados durante mucho tiempo, igualmente significó copiosos conflictos sociales y financieros (exigüidad de casas, huelgas y expresiones, desempleo, incremento de la delincuencia y de la violencia de extrema derecha contra la presencia de extranjeros). Los déficit presupuestarios provocados por la agrupación y el empeoramiento económico por causa de una recesión implicaron mayores impuestos, la reducción de las contribuciones públicas, la privatización de compañías y los recortes en los servicios sociales. Mientras se aumentaba el mercado para los productos de consumo, la reunificación afectó a la pujanza y competitividad de la economía germánica. Se evidenciaba un abismo entre las dos Alemanias en los niveles de vida, rendimiento industrial e infraestructuras; muchos alemanes orientales se sintieron habitantes de segunda clase, marginados por los occidentales, sin embargo buena parte de éstos sopesaba a su vez que se encontraba sacrificando sus niveles de vida para conservar a los orientales.

7.11.1.2 La cuestión de la inmigración

Uno de los más significativos conflictos de la sociedad germánica era la existencia en su seno de determinados sectores con conductas xenófobas, lo que, en su límite extremo, se traducía en ocasiones en ataques contra arraigantes extranjeros. A partir del final de la Segunda Guerra Mundial, Alemania Occidental solventó su exigüidad de mano de obra permitiendo la entrada de emigrantes (oficialmente denominados “trabajadores invitados”) para vivir y trabajar en el país. Estos trabajadores, muchos provenientes de Turquía y de otros países mediterráneos como Grecia o España, trajeron o formaron familias en Alemania Occidental, sin embargo no pudieron alcanzar la ciudadanía germánica. En la década de 1990, Alemania contaba con casi dos millones de trabajadores extranjeros; además, 440.000 exiliados solicitaron entrar en el país en 1992, un incremento del 71% en relación a 1991 (de éstos, 122.666 procedían de la arcaica Yugoslavia). En 1992 se registraron unos 2.300 ataques contra extranjeros; en 1993, la cifra fue de unos 1.300 y ese mismo año murieron ocho personas por la violencia de la extrema derecha, descendiendo en relación a los 17 que se produjeron en 1992. Los ataques a los judíos descendieron, sin embargo los ataques sobre las personas sin hogar y las discapacitadas se duplicaron, desde 145 hasta 324 en el mismo periodo. Hubo expresiones masivas que se opusieron contra esta violencia de la extrema derecha, por lo que el gobierno incrementó sus actividades contra el neonazismo. En mayo de 1993, el Parlamento germánico aceptó limitaciones de asilo para los extranjeros en Alemania, que fueron efectivas a partir del 1 de julio de 1993. Desde junio hasta julio de ese año decrecieron un 34% las solicitudes de asilo a Alemania.

7.11.1.3 Normalización política

En septiembre de 1993, Alemania renovó su solicitud para ser miembro estable en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Como miembro del Consejo, Alemania debería contribuir con tropas en las operaciones internacionales de mantenimiento de la paz, lo que fue motivo de agrios debates parlamentarios. Igualmente en 1993, los votantes alemanes ratificaron la permanencia de su país en la Unión Europea (UE; con precedencia Comunidad Europea).

En mayo de 1994, el cristianodemócrata Roman Herzog fue denominado presidente de la República por el Parlamento, puesto en el que ocurrió a Richard von Weizsäcker. Dos meses después, el Tribunal Constitucional Federal dictaminó que las Fuerzas Armadas germánicas podrían servir en el marco de misiones de la ONU u otras de carácter internacional, en espacios fuera del área de la OTAN, previa aprobación parlamentaria. En agosto, las últimas tropas rusas dejaron Berlín, seguidas, en septiembre, por las británicas, francesas y americanas. En las elecciones conmemoradas en octubre de ese mismo año, la coalición gubernamental de centro-derecha (CDU, CSU y FDP) sostuvo su mayoría en el Bundestag, sin embargo vio reducida su discrepancia con los socialdemócratas. Kohl fue reelegido canciller para un cuarto mando seguido, por lo que en 1996 se transformó en el jefe político de la Alemania de posguerra que más años se había mantenido al frente del gobierno de forma inacabable.

7.11.1.4 Problemas financieros y sociales

A principios de 1997, la tasa de desempleo alcanzaba el 12,2%, el nivel más alto desde el final de Segunda Guerra Mundial. Entre las razones para que se produjera ese incremento se encontraban la recesión financiera, las bajas temperaturas (que dificultaron la actividad habitual en el significativo sector de la construcción) y unos salarios elevados. Con el fin de hacer frente a un progresiva déficit presupuestario, Kohl difundió planes para distribuir en varios miles de millones el sistema de contribuciones y prestaciones sociales. Su propuesta, que pasaba por disminuir las prestaciones por desempleo y baja laboral, fue rehusada de inmediata por los sindicatos y la disconformidad parlamentaria.

Junto a las medidas de austeridad y los recortes en los gastos, el desempleo se sostuvo alto a lo largo de 1997, lo que motivó las denominadas a posponer, e inclusive dejar, el proceso de incorporación al euro por parte de Alemania. Por contra, Kohl sostuvo su firme amparo a la nueva unidad monetaria, pese a que su popularidad descendió ante lo que los habitantes percibían como falta de capacidad para poner fin a la tensión de desempleo e inflación progresiva. En el mes de septiembre, a solamente un año de las elecciones, Kohl se encontró con un nivel de desempleo que ascendía al 18,3% en la arcaica Alemania Oriental. Pese a ser un feudo convencional de la coalición gobernante en el momento en que se produjera el proceso de reunificación, los elevados índices de paro en esta zona del país fueron considerados como un mal presagio y un elemento que jugaría en su contra en los comicios que se iban a conmemorar.

A la vez que los conflictos financieros se generalizaban, la tensión social iba en incremento. En noviembre se conocían las actividades pronazis por parte de integrantes de las Fuerzas Armadas germánicas; en las mismas fechas, sucedía un incremento de los ataques racistas contra los inmigrantes.

En febrero de 1998 la tasa de desempleo en Alemania alcanzó el 12,6% a escala nacional (en tanto que era del 21,1% en la arcaica Alemania Oriental). Esto dio origen a expresiones generalizadas en la totalidad del país, protagonizadas por trabajadores en paro, solicitando la renuncia de Kohl. Pese al citado nivel de desempleo y a las quejas de los habitantes perjudicados por la dificultad, en mayo de ese mismo año Alemania firmó el pacto por el que, junto con otros 10 integrantes de la Unión Europa, adoptaría el euro como nueva unidad monetaria a partir del 1 de enero de 1999.

7.11.2 Cancillería de Gerhard Schröder

En los comicios regionales conmemorados en abril de 1998 en el estado de Sajonia-Anhalt los socialdemócratas derrotaron a los cristianodemócratas por un amplio margen. Esto no fue sino el preludio de lo que ocurriría en las elecciones legislativas del próximo mes de septiembre, en el momento en que el triunfo socialdemócrata acabó con 16 años de permanencia en el poder de los conservadores conducidos por Helmut Kohl. Éste, tras conocer el veredicto de las urnas, renunció a su puesto como presidente de los cristianodemócratas. El SPD recibió el 40,9% de los votos emitidos (recibió 298 diputados), seguido por la CDU (35,2%, 245 escaños), Los Verdes (6,7%, 47), el FDP (6,2%, 43) y el PDS (5,1%, 36). Estos resultados forzaron al SPD a rastrear un asociado de gobierno, por lo que el nuevo canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, formó un gabinete de coalición con Los Verdes, pese a que ambas filas propugnaban puntos de vista discrepantes con en relación a algunos asuntos elementales de la política interior y exterior germánica. Lo cierto es que, las disensiones florecieron pronto, con motivo del proyecto de ley para posibilitar que los hijos de inmigrantes accedieran a la doble nacionalidad desde el momento mismo de su nacimiento. Esta ley (conocida como “ley de ciudadanía”) fue criticada tanto por la disconformidad de centro-derecha (que la sopesaba demasiado permisiva) como por parte de los ecologistas (quienes la tachaban de restrictiva). En mayo de 1999 se aceptó definitivamente una versión menos codiciosa que la único: los hijos de los extranjeros arraigantes en Alemania gozarían de doble nacionalidad hasta que cumplieran los 23 años, edad en la que tendrían optar entre ambas; además, todos aquellos que llevaran residiendo en Alemania un mínimo de ocho años podrían solicitar la ciudadanía germánica, aunque para ello tendrían acreditar su conocimiento y uso del idioma germánico y la ausencia de precedentes penales. El texto fue admitido por el Bundestag y refrendado por el Bundesrat, para entrar en vigor el 1 de enero de 2000.

Adicionalmente de lo con precedencia citado, en marzo de 1999, el nuevo canciller hubo de hacer frente a la renuncia de su ministro de Finanzas, Oskar Lafontaine, representante del ala izquierda del SPD y opuesto a la línea centrista asumida por Schröder, así como a la conducta mantenida por Alemania durante la dificultad de Kosovo. El conflicto de los Balcanes, en el que Alemania ejerció un destacado papel como miembro de la OTAN, desencadenó de igual forma serias divergencias en el seno de Los Verdes, pues su más indicado jefe, Joschka Fischer, era el titular de la cartera de Asuntos Exteriores en el gobierno de coalición.

En julio de 1999 tuvo lugar la última sesión del Bundestag en la ciudad de Bonn, y desde el mes próximo pasó a encontrarse en Berlín. A lo largo de ese mismo año, Johannes Rau, histórico miembro del SPD, reemplazó a Roman Herzog en la presidencia de la República. A finales de ese año, el ex canciller Kohl reconoció haber acogido donaciones anónimas para financiar su partido, razón por la cual se le abrió de inmediata un sumario por malversación de fondos. El 16 de febrero de 2000, su sucesor al frente de la CDU, Wolfgang Schäuble, afectado por el escándalo, renunció a sus puestos en el partido.

Finalizada la legislatura, el 22 de septiembre de 2002 tuvieron lugar nuevos comicios generales. El 1 de enero de aquel año había accedido en circulación el euro y sin rastro el marco, en tanto que el desempleo seguía siendo uno de los primordiales conflictos de la sociedad germánica, y la reforma de una economía en recesión, la asignatura pendiente del gobierno de izquierdas. Este entorno tuvo un ineludible reflejo en los resultados electorales: el SPD recibió el 38,5% de los sufragios emitidos, exactamente igual que la coalición conservadora formada por CDU y CSU, aunque el sistema electoral produjo que los socialdemócratas obtuvieran 251 diputados, por 248 de los cristianodemócratas, cuyo nuevo jefe era Edmund Stoiber. Esta situación de empate técnico se resolvió a favor del SPD gracias a los sobrecogedores resultados conseguidos por Los Verdes, su asociado de gobierno durante los cuatro años previos, que tuvo el respaldo del 8,6% de los votantes e incrementó hasta 55 sus escaños. De este modo las cosas, socialdemócratas y ecologistas renovaron su alianza y respaldaron la formación de un nuevo gobierno de coalición, en el que Schröder continuaría al frente de la Cancillería Federal. Por su parte, Los Verdes preservaron tres carteras: Agricultura, Medio Ambiente y Asuntos Exteriores, de la que Fischer continuaría como titular. Igualmente mantuvieron sus puestos Peter Struck (Defensa), Otto Schily (Interior) y Hans Eichel (Finanzas). La gran novedad fue el surgimiento de Wolfgang Clement, puesto al frente de dos ramos claves, Trabajo y Economía, en los que reemplazó, respectivamente, a Walter Riester y Werner Müller.

En marzo de 2003, el Canciller presentó en el Bundestag la denominada Agenda 2010, programa que procuraba reactivar la economía y que implicaba una significativa reducción del gasto público. Schröder, hasta ese momento avalado por su promesa de disminuir los impuestos y por su postura antibelicista durante la dificultad de Irak, tuvo que hacer frente a las críticas de diferentes sectores de la sociedad germánica que se opusieron por los recortes sociales que implicaba la Agenda 2010.

En mayo de 2004, la Asamblea Federal eligió presidente del país al economista Horst Köhler (hasta poco antes director del Fondo Monetario Internacional), el cual ocurrió en el puesto a Rau el 1 de julio próximo. La denominación de Köhler, apoyada por democristianos y liberales, se impuso a la de Gesine Schwan, respaldada por ecologistas y socialdemócratas. En junio, el SPD sobrellevó una significativa derrota en las elecciones al Parlamento Europeo, que se sumaba a las que había cosechado en los meses previos en diversos comicios regionales. En lo que significó la terminación de esta dinámica, en mayo de 2005, los socialdemócratas perdieron el poder en uno de sus más firmes bastiones, Renania del Norte-Westfalia, donde habían administrado durante los últimos 39 años. Tras el eminente varapalo que este suceso significó para el SPD, Schröder sentenció someterse a una moción de confianza parlamentaria el próximo 1 de julio (que, en el caso de perder, abriría la oportunidad, por él mismo sugerida y deseada, de conmemorar elecciones anticipadas antes de que concluyera el año). El canciller, aferrado con firmeza al propósito de continuar aplicando su impopular programa de reformas, comprendía que, dadas las perseverantes muestras de disconformidad al mismo, debía obtener el amparo explícito de la ciudadanía para persistir al frente del gobierno.

Schröder consiguió su propósito: después de su aguardada (y forzada) derrota en el Bundestag, que le negó su confianza, Köhler disolvió el legislativo y convocó elecciones para el 18 de septiembre de 2005. Ese día, la alianza CDU-CSU consiguió 226 escaños, por 222 del SPD, 61 del FDP, 54 del Partido de la Izquierda (nacido de la fusión del poscomunista Partido del Socialismo Democrático, liderado por Gregor Gysi, y Alternativa Electoral Trabajo y Justicia Social, en la que había ingresado Lafontaine tras su separación con el SPD) y 51 de Los Verdes. Ante tan estrechos resultados, se hizo necesario la instauración de algún pacto de gobernabilidad; definitivamente, se alcanzó entre democristianos y socialdemócratas, que formaron un gobierno de gran coalición en el que la cancillería federal se volvió ejercida, desde el 22 de noviembre, por la jefe de la CDU, Angela Merkel.

En marzo de 2006, el nuevo ejecutivo dio los primeros pasos para hacer frente una reforma constitucional destinada a modificar el sistema federal germánico; observaba una eminente reducción de las leyes que precisarían la aprobación del Bundesrat (lo que agilizaría la acción legislativa del gobierno federal, en ocasiones bloqueada por la conveniente doble aprobación parlamentaria) y, a cambio, un incremento de las competencias de los estados federados en diferentes ámbitos. Esta destacada reforma fue aprobada en el Bundestag el 30 de junio de ese año.

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