Repúblicas liberales y dictaduras en América Latina

La clase criolla que había heredado el poder tras la independencia abolió numerosas de las fundaciones, impuestos y derechos de aduana en concordancia con el liberalismo del siglo XIX; sin embargo sus grandes esperanzas se desvanecieron con la dificultad política y la declive financiera que caracterizaron los primeros años de la mayoría de las nuevas naciones. A mediados del siglo XIX, los caudillos tomaron las riendas del poder político, económico y social en casi toda la región.

Desmantelado el dominio español y portugués, Gran Bretaña se transformó en la destacada potencia comercial, consiguiendo establecer un dominio pleno en la América independiente. A finales del siglo XIX había ganado en lo político el liberalismo, y en la economía se abrían nuevas oportunidades para la agricultura comercial, la minería y la modernización en las infraestructuras. Estados Unidos había reemplazado a Gran Bretaña como mercado más significativo y como destacado inversor de bienes de capital en Latinoamérica, y en el siglo XX fijó su supremacía a todos los niveles sobre la región, interviniendo con frecuencia en los asuntos internos de la mayoría de los países del continente.

El liberalismo del XIX se hizo cada vez más preservador en el ámbito social y político en tanto que sus programas financieros favorecieron el surgimiento y desenvolvimiento de las clases medias y trabajadoras urbanas. En algunos países, en especial Argentina y Brasil, la inmigración europea extensiva aceleró el incremento. Ésta estructuraría partidos políticos más modernos para hacer frente a las antiguas elites liberales. Las nuevas clases sociales solicitaron cada vez más su cooperación en la vida política. Entretanto, la población rural continuaba viviendo en la más penetrante indigencia y opresión, si bien elementos insurrectos comenzaron a aparecer en su seno a lo largo del siglo XX. La migración rural a las ciudades se transformó en algo habitual y característico, frecuentemente desarrollando extensos cinturones de miseria, y aunque se sostuvo la disparidad en el estilo de vida entre la ciudad y el campo, la producción agrícola continuó siendo el pilar de la economía de exportación de Latinoamérica. Las revoluciones, dirigidas y promovidas en términos generales por las clases medias y apoyadas por los trabajadores y el campesinado descontento, tuvieron lugar en México, Brasil, Argentina, Guatemala, Bolivia, Cuba, Nicaragua y en otros países; en todas ellas, sus jefes tomaron múltiples ideologías emergentes (populismo, nacionalismo, socialismo).

El hecho de compartir un mismo idioma, una religión mayoritaria y una misma cultura, además de su situación de dependencia financiera, es el destacado componente de unión de la región, y ha significado un significativo incentivo para que los países latinoamericanos establezcan estrechos vínculos culturales y comerciales. A mediados de la década de 1990, después de muchos años de recesión financiera, se comenzó a vislumbrar una eminente mejoría en las circunstancias y niveles de vida de la población. Paralelamente, las juntas militares que habían administrado en gran parte de los países latinoamericanos en las décadas de 1970 y 1980, eran depuestas y sustituidas por regímenes en proceso de democratización decididos a crear un futuro más boyante, pese a las graves carencias estructurales en toda la región.

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