Limitaciones de las explicaciones de la adaptación biológica

Existen ciertas limitaciones para considerar a los seres vivos como una acumulación de adaptaciones. Es obvio que no podemos permanecer la perfección, ni que todas las características de un organismo sean fruto de adaptaciones.

Posteriormente a todo, existen lagunas temporales: los organismos heredan adaptaciones no de su propio entorno sino de aquellos entornos de sus concepciones previos, tal vez muy diferentes; algunas frutas que aún existen están adaptadas para ser dispersadas por animales extinguidos. Existen igualmente soluciones fantasmas para conflictos que ya han sin rastro, como los órganos vestigiales y rudimentarios. Por lo tanto, existen más imperativos sistemáticos de la historia: un diseñador adiestrado, al considerar la conducta de la selección natural, podría ser movido a advertir al viajero despistado: “Si yo fuese tú, no comenzaría desde aquí”. Por causa de que el punto de partida son las variaciones aleatorias que se imponen como soluciones más apropiadas para las concepciones previas, los resultados conseguidos llevan la señal de ser lo mejor con los elementos disponibles. De modo que la historia nos deja un legado de cambios de cometido, con nuevas adaptaciones que se han restaurado en el momento en que se produjeron las iniciales; el pulmón primitivo seguramente se transformó en una cámara de flotación. Y cada solución debe trabajar a corto plazo, en cada etapa. La selección natural no elaboró estructuras en el cámbrico con el propósito de que fueran apropiadas en el cretácico. Lo que es más, todas las adaptaciones son intercambios porque resultan del equilibrio entre demandas que compiten. Por tanto, en el momento en que nace una adaptación, ésta conlleva pérdidas aunque suponga una acumulación de beneficios. Las adaptaciones tienen consecuencias no intencionadas, efectos fenotípicos secundarios. Por último, la herencia puede manifestarse de forma atípica y tal vez no adaptativa fuera del entorno habitual del organismo; las arañas que se alimentan de marihuana, bencedrina, cafeína e hidrato de cloral, tejen telas de araña distorsionadas.

No existen algoritmos para sentenciar cuándo una característica es una adaptación. Pero existen algunas normas muy eficaces a tener en consideración. No recurrir a las adaptaciones en el momento en que la física es suficiente; cómo esclarecer a través de adaptación por qué los peces voladores brincan fuera del agua y no caen de espaldas. No invocar a la adaptación en el momento en que el avance sea suficiente; la asimetría de la gran pinza del cangrejo macho precisa una razón adaptativa, sin embargo no la simetría de la de su pareja. No recibirse a la adaptación en el momento en que una característica es consecuencia de otra adaptación; si una adaptación para la alimentación expresa la forma del pico de un pájaro, no expliquemos ésta igualmente como una adaptación para acicalarse.

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