La transformación democrática de Albania

En diciembre de 1981 el gobierno difundió que el primer ministro Shehu se había suicidado. Después se le condenó por ser un agente extranjero y sus primordiales incondicionales fueron distanciados de los puestos de responsabilidad. Adil Çarçani fue nombrado primer ministro en enero de 1982, y Ramiz Alia reemplazó a Haxhi Lleshi como presidente en noviembre. Tras el fallecimiento de Hodja en abril de 1985, Alia asumió la dirección del Partido del Trabajo. Albania secundó en cierta medida la ola democratizadora que apareció en toda Europa del Este a finales de la década de 1980 disminuyendo las restricciones religiosas, reanudando su actividad comercial con el exterior, legalizando los partidos políticos de la disconformidad y ampliando los contactos con Occidente; las relaciones diplomáticas con Estados Unidos se reanudaron en marzo de 1991 tras 51 años de interrupción. Celebradas las iniciales elecciones legislativas democráticas al Parlamento de Albania, los comunistas establecieron una nueva constitución provisional y desarrollaron la figura de Presidente de la República, puesto para el que Alia fue denominado por la Asamblea Popular. El Partido del Trabajo, que en junio modificó su nombre por el de Partido Socialista Albanés, continuó en el poder hasta que fue derrotado en las elecciones presidenciales y parlamentarias de marzo de 1992. En abril Alia dimitió y el Parlamento eligió a Sali Berisha primer presidente no comunista de Albania desde la Segunda Guerra Mundial. Se formó una coalición de gobierno, con Aleksander Meksi como primer ministro. En julio de 1992 el Partido del Trabajo fue ilegalizado; al año próximo Ramiz Alia y otros mandatarios comunistas fueron imputados de apropiación y malversación de fondos públicos. Fueron condenados y sentenciados a prisión en diciembre de 1993. En los meses de mayo y junio de 1996 se conmemoraron nuevamente elecciones legislativas, que fueron ganadas por el Partido Democrático. Las denuncias interpuestas por los partidos de disconformidad (que no se presentaron en la segunda vuelta) y por los observadores enviados por la Unión Europea (UE) ante las copiosas anomalías evidenciadas durante el proceso electoral pusieron de relieve las insuficientes garantías democráticas que existen en el país balcánico. Los socialistas optaron por no ir al recién constituido Parlamento, aunque sí lo hicieron los restantes partidos opositores. En este enrarecido clima político se conmemoraron elecciones municipales en octubre de ese año, que corroboraron la supremacía del Partido Democrático.

En política exterior, las relaciones entre Albania y China fueron cordiales, con visitas mutuas de carácter oficial entre sus mandatarios en 1989 y 1990. En mayo de 1992 Albania firmó un conformidad de cooperación de diez años de permanencia con la Unión Europea (UE). Las tensiones entre Albania y Grecia se incrementaron a comienzos de la década de 1990, ante las quejas por el supuesto maltrato infligido a la minoría griega en el sur. Las relaciones con Serbia siguen siendo igualmente agitadas, en especial por la dura contención a la que se ve sometida la población albanesa que habita de forma mayoritaria en Kosovo.

A finales de enero de 1997 detonó, antecedida por copiosas expresiones, una cruenta rebelión política y social en el país balcánico motivada por la quiebra de una serie de fondos de inversión de enriquecimiento veloz respaldados por el Estado, lo que dejó a copiosos habitantes albaneses sin la práctica totalidad de sus ahorros, conseguidos con el esfuerzo de años. Poco habituadas con las formas de actuación capitalistas en su vertiente más salvaje, personas correspondientes a todas las capas sociales depositaron su dinero en estos fondos, atraídos por unos tipos de interés elevadísimos. La ira de los habitantes estafados se dirigió hacia el gobierno, por no advertirles a tiempo del fraude financiero ni resguardarles de la miseria, lo que sumió a las primordiales ciudades, incluida Tirana, en graves tumultos.

En las provincias del sur, más opulentas que las del norte, la quiebra financiera afectó en mayor medida, por lo que las expresiones y quejas desembocaron vertiginosamente en tumultos. El 1 de marzo los habitantes de la meridional ciudad portuaria de Vlorë, se realizaron con las armas del cuartel militar y de la comisaría de policía, tomando el poder en la ciudad. Asaltos semejantes ocurrieron en Gjirokastër, Sarande y otras poblaciones meridionales en días sucesivos, produciendo enfrentamientos con las tropas enviadas para reprimir los desórdenes.

El presidente Berisha, cuyos incondicionales se realizaron fuertes en el centro y en el norte (región de donde es proveniente) del país, ofreció una amnistía a todos los rebeldes previa devolución de las armas robadas. Los rebeldes ignoraron la oferta, exigiendo la desiste del presidente como respuesta. Los integrantes de la policía y del Ejército albanés estacionados en el sur se unieron a los rebeldes, por lo que Berisha fue empujado a admitir, el 9 de marzo, la formación de un gobierno de transformación y la convocatoria de elecciones anticipadas, demandas producidas por los partícipes meses atrás. Berisha ofreció la posición de primer ministro a Baskim Fino, miembro del Partido Socialista, en la disconformidad, como una concesión hacia los rebeldes. La medida no consiguió resarcir el orden en Albania, pues los amotinados siguieron exigiendo el cese de Berisha.

Los tumultos siguieron extendiéndose, y a mediados del mes de marzo conjuntos armados saquearon cuarteles militares desguarnecidos y arsenales en Tirana y otras ciudades del norte.

En la rebelión murieron más de 160 personas, y miles de albaneses huyeron por navío al sur de Italia y por carretera al norte de Grecia (adonde se dirigieron básicamente los integrantes de la minoría griega), por lo que estos países optaron por clausurar sus límites. Las autoridades de la Ex-República Yugoslava de Macedonia y de la República Federal de Yugoslavia, hogar de un gran número de habitantes de etnia albanesa, evidenciaron igualmente su inquietud ante la oportunidad de la prolongación del conflicto en el interior de sus límites. Los capítulos desarrollados en los primeros meses de 1997 vinieron a procurar de esclarecer, además, la existencia de arcaicas divisiones étnicas y culturales entre el norte y el sur del territorio albanés.

El 24 de marzo los países integrantes de la Unión Europea (UE) negociaron conferir a Albania 2,3 millones de dólares en concepto de ayuda humanitaria y financiera; semanas después, se aceptó el envío de tropas de interposición (denominadas Fuerza Internacional de Protección) para restituir el orden. Estas tropas, integradas por unos 6.000 militares, aparecieron a mediados de abril y se extendieron por la totalidad del país en la segunda quincena de ese mismo mes.

En este entorno, un elemento vino a agregar mayor complejidad a la dificultad: la visita en el mes de abril de Leka I, monarca de Albania en el exilio español, quien desarrolló una oferta para actuar como intermediario en la dificultad al mismo tiempo que sugería una consulta popular en torno a la conveniencia de instaurar un régimen monárquico que permitiera la plena transformación a la democracia.

Berisha mantuvo, sin embargo, el control de las emisoras de radio y televisión, así como del Ministerio del Interior, incluida la dirección de la policía secreta (Shik), por lo que pudo manipular y retrasar las elecciones generales, previstas para el mes de junio.

Los vencedores en esos comicios fueron los socialistas, que obtuvieron el 65% de los votos, frente al 19% conseguido por los demócratas. Fatos Nano —antiguo primer ministro del país que había vuelto a hacerse con el control del Partido Socialista después de salir de prisión, donde había cumplido condenado imputado de corrupción por mandatarios del partido de Berisha— fue denominado nuevamente jefe de gobierno. Berisha dimitió en julio, por lo que el Parlamento hubo de denominar nuevo presidente de la República; de este modo, el igualmente socialista Rexhep Mejdani se transformó en presidente de la República. La disconformidad demócrata boicoteó la actividad parlamentaria en los meses restantes de 1997 y a lo largo de 1998. Mientras, en agosto de 1997, el gobierno difundió que el Ejército y la policía habían restaurado el orden en la ciudad Vlorë, tras lo cual la fuerza multinacional dejó Albania ese mismo mes.

En septiembre de 1998 sucedía el homicidio de Azem Hajdari, jefe del opositor Partido Democrático, lo que desencadenó graves tumultos entre los exaltados partícipes demócratas, que exigían la desiste del gobierno y al frente de los cuales estuvo el propio Berisha, y las fuerzas del orden. Pocas semanas después de comenzados los enfrentamientos dimitía el primer ministro Nano, que fue reemplazado por el igualmente socialista Pandeli Majko, secretario general del partido.

En ese ambiente de crispación política y social se conmemoró, en noviembre de ese mismo año, un referéndum para aceptar una nueva Constitución en el que poco más del 50% de los habitantes reunidos acudió a las urnas; de éstos, un 93,5% votaron a favor del nuevo texto constitucional.

Por lo que respecta a las relaciones con la República Federal de Yugoslavia, sucedía un deterioro eminente a lo largo de 1998 y comienzos de 1999, en el momento en que el conflicto en Kosovo se agudizó. Los atentados llevados a cabo por el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) —conjunto guerrillero que demandaba la independencia de la arcaica provincia autónoma a través de las armas, y que contaba con la aprobación y el amparo de buena parte de los habitantes de Albania, en cuyo territorio poseía algunas de sus bases— contra integrantes de la policía serbia hicieron una respuesta por parte de las unidades del Ejército yugoslavo en forma de ejecuciones, desapariciones y masacres indiscriminadas contra habitantes de etnia albanesa.

Ante esta escalada de violencia, se inició un flujo de refugiados albanokosovares que huían de las masacres perpetradas por los militares serbios y de los enfrentamientos entre éstos y los guerrilleros del ELK, lo que hizo temer a las autoridades albanesas una aparición masiva de refugiados a los que el país, uno de los más indigentes de Europa, sería incapaz de recibir.

La situación se hizo realidad en marzo de 1999, en el momento en que la dificultad de Kosovo empeoró, fallidas las vías diplomáticas para alcanzar un conformidad, en una guerra abierta entre la República Federal de Yugoslavia y los países integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que había amenazado al régimen del serbio Slobodan Milosevic si no detenía su campaña de ‘limpieza étnica’. Los bombardeos llevados a cabo por aviones de la Alianza Atlántica contra ciudades y pueblos de Serbia y Montenegro sirvieron de acicate a las tropas serbias en Kosovo, que aceleraron los homicidios y las expulsiones de los habitantes kosovares de etnia albanesa. Los desterrados y huidos, que sumaban centenares de miles, se dirigieron básicamente hacia territorio de Albania y de la Ex-República Yugoslava de Macedonia, que tomaron a los refugiados pese a no poner de la más mínima infraestructura asistencial para una emergencia como la producida. El bombardeo de la OTAN finalizó en junio de ese año, después de que el régimen yugoslavo admitiera las demandas de la comunidad internacional.

Tras la renuncia de Majko en octubre de 1999, los socialistas eligieron a Ilier Meta como su sucesor al frente del gobierno. Apoyado tanto por el ex primer ministro Fatos Nano como por el propio Majko, Meta fue corroborado como jefe del gabinete por el presidente de la República, Rexhep Mejdani. En su primera comparecencia en público como primer ministro, Meta señaló su anhelo de continuar la línea emprendida por su predecesor: promover el incremento económico y combatir a favor de la entrada de Albania en la UE y en la OTAN. Meta fue estimado un candidato de pacto, aceptable tanto para la antigua guardia del partido como para la nueva descendencia de políticos reformistas (entre los que igualmente se encontraba Majko).

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