El Descubrimiento de América: tercera etapa, el Sur de África

En 1474 el así pues príncipe y después monarca Juan II de Portugal quedó responsable de los asuntos del mar. Tras hacer suyas las ideas de su tío Enrique, impulsó los hallazgos bajo un severo monopolio estatal. Construyó en 1482 la fortaleza de San Jorge de la Mina, en plena Costa de Oro, hacia donde fue desviado casi la totalidad del comercio de la región. El oro en polvo del Sudán, que antes acababa en las ciudades costeras del Mediterráneo, ya tomó curso al Atlántico, por lo que las rutas del Sahara sufrieron un revés de fallecimiento. Lo mismo cabría decir de los prisioneros negros y de algunas especias baratas. Todas estas riquezas costearían las navegaciones portuguesas.

En la primavera de 1482, Diogo Cam dirigía una primera peregrinación (1482-1484) que alcanzó los 13º de latitud S mientras que la segunda (1485-1486), tras considerar la desembocadura del Congo, llegaba a los 21º de latitud S. Para el triunfo total en África, apenas faltaba que Bartolomeu Dias descubriera en 1487 el ‘cabo de las Tormentas’, así bautizado por Dias en recuerdo de la tormenta sufrida al sobrepasar el extremo sur de África. El nombre no gustó al monarca Juan II, quien acuñó el de cabo de Buena Esperanza, más político y encantador para las numerosas embarcaciones que en lo sucesivo habrían de cruzarlo trayecto de la India. Dicho triunfo fue muy conmemorado en Lisboa, en especial por todos aquellos que habían defendido siempre que para llegar a la India la ruta mejor y más sencilla pasaba por costear África.

Atravesar el océano siguiendo la ruta del poniente se encontraba reservado a un navegante como Cristóbal Colón, que por esas fechas trataba de persuadir a los Reyes Católicos de que su plan era factible. Muchos puertos andaluces y portugueses, tras la larga experiencia oceánica, se encontraban preparados, no es exagerado decir que los mejor preparados de toda Europa, para hacer el viaje atlántico más glorioso y trascendental de la historia: el hallazgo de América, igualmente conocido como el encuentro de dos mundos.

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