El Descubrimiento de América: segunda etapa, Guinea

Se conocía por Guinea toda la zona ubicada al sur del cabo Bojador o cabo del Miedo. Más allá de ese promontorio escarpado y difícil y puerta del mar Tenebroso se multiplicaban las leyendas y las supersticiones del océano. En 1434, Gil Eanes salvó esa barrera y comprobó que la ida era sencillo y rápida empleando la corriente de las Canarias que corre hacia el sur lamiendo la costa. Pero, la ‘volta’, o el retorno, apenas era factible penetrando en el océano y, desde ahí, en navegación de altura, dibujando un gran arco hasta llegar a Portugal. Gil Eanes acababa, no únicamente de salvar ese obstáculo natural, sino igualmente de dar lección la ruta que debían continuar las expediciones futuras.

En 1441 los portugueses llegaban a cabo Blanco y aparecían las iniciales carabelas; dos años después, levantaban una industria comercial en Arguim, y en 1444 recorrieron la desembocadura del río Senegal o río del Oro. Guinea, tal como la comprendían los portugueses, empezaba aquí. A la industria de Arguim llegaba el oro en polvo del Sudán, mientras en la costa del Senegal comenzaron a capturarse los primeros prisioneros negros. Poco después, se demostró Cabo Verde (1445), río Gambia (1446) y seguramente, hacia 1460, Pedro de Sintra recorrió la actual costa de Sierra Leona.

Tras el fallecimiento de Enrique el Navegante en 1460, se abría una etapa de dudas, hasta que la corona portuguesa transformó las expediciones atlánticas en compañías de Estado. La Casa da Guiné, esto es, todo lo relativo al comercio y navegación africanos, fue llevada de Lagos, puerto cercano a Sagres, a Lisboa. A lo largo de los años que siguen, se recorrieron las islas de Cabo Verde (1461-1462), la costa de la Malagueta y la denominada Costa de Marfil (1470), la región de Costa de Oro (1472), para penetrar en la gran curva del golfo de Guinea y penetrar hasta unos 4º en el hemisferio sur. A lo largo de estos años, los navegantes entraron en contacto con la zona de calmas ecuatoriales (el pot au noir de los franceses o el doldrums de los ingleses), legítima amenaza para un velero.

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