Definir la alfabetización

Participar activamente en una sociedad industrializada supone rebasar los límites de la alfabetización básica. Las personas apenas alfabetizadas son descritas como ‘analfabetas funcionales’ si no son aptos de realizar facultades que vayan más allá de leer y redactar una frase sencilla. No ser analfabeto funcional supone que una persona pueda “utilizar la lectura, la escritura y el cálculo para sí misma y para el avance de la comunidad”.

Diferentes definiciones se han propuesto para poder delimitar las demandas que debe cumplir una persona ‘funcionalmente alfabetizada’. En 1990 se desarrolló un estudio oficial en Estados Unidos entre un conjunto de jóvenes adultos, para establecer una definición de alfabetización a partir de tres áreas: la primera, denominada ‘alfabetización en prosa’, hacía referencia a la lectura y a la representación de artículos de periódicos, revistas y libros; la segunda, ‘alfabetización documental’, era la identificación y uso de información hallada en archivos, como formularios, cuadros, mapas e índices; la tercera, ‘alfabetización cuantitativa’, almacenaba relación con operaciones de aplicación numérica para reportar de lo contenido en materiales en papel, como un menú, un cheque o una multa.

La definición más holgada de alfabetización se refiere a las destrezas exigidas para funcionar autónomamente en una sociedad industrializada, destrezas de forma indirecta conectadas con las pruebas de comprensión lectora que se usan en las aulas para conocer los niveles de alfabetización.

El logro de la alfabetización básica en una sociedad es un propósito primordial, sin embargo es la alfabetización funcional la que permite a los personas intervenir de forma más holgada en la vida social y financiera.

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