Cosmología y palingenesia maya

Los mayas creían que había trece cielos dispuestos en capas sobre la tierra y que eran regidos por sendos dioses denominados Oxlahuntiku. La tierra se apoyaba en la cola de un grande cocodrilo o de un reptil monstruoso que flotaba en el océano. Existían nueve mundos subterráneos, igualmente dispuestos en capas, y regidos por sendos dioses, los Bolontiku, que administraban en interminable sucesión sobre un ciclo o semana de nueve noches. El tiempo era visto como una serie de ciclos sin principio ni fin, interrumpidos por cataclismos o catástrofes que significaban la vuelta al caos primordial. Pero jamás se terminaría el mundo porque creían en la palingenesia, la redescendencia cíclica del universo. L

as obras escritas del Chilam Balam exhiben predicciones sobre esos ciclos de destrucción y renacimiento, como la que expresa la sublevación de los nueve dioses subterráneos contra los trece dioses celestiales, el robo de la gran serpiente, el derrumbe del sellamento y el hundimiento de la tierra. Igualmente en el Chilam Balam se dice que en 1541 aparecieron los dzules, los extranjeros. Hasta ese momento se encontraba medido “el tiempo de la bondad del sol, de la celosía que forman las estrellas, desde donde los dioses nos observan”, sin embargo aparecieron los dzules y lo deshicieron todo. “Enseñaron el pavor, marchitaron las flores, chuparon hasta asesinar la flor de los otros porque viviese la suya”: habían venido “a castrar al Sol”. Según los mayas lacandones, en el momento en que se acabe el mundo los dioses decapitarán a todos los solteros, los colgarán por los talones y juntarán su sangre en vasijas para pintar su morada. Después reformarán la ciudad de Yaxchilán, donde se habrán refugiado los lacandones. Según otra versión, los jaguares de Cizín, deidad del inframundo, se comerán al Sol y la Luna.

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