Altar

Altar, superficie o estructura sobre la que se ofrece un sacrificio religioso. A pesar de que el término es empleado a veces para designar un lugar idóneo para conmemorar ritos religiosos o para la adoración de los dioses, y aunque en numerosas sociedades antiguas los sacrificios se ofrecen sin un altar, por lo general, tanto el altar como el sacrificio aparecen asociados a lo largo de la historia religiosa de la humanidad.

La prueba más antigua y creíble de la existencia del altar, que data de cerca del 2000 a.C., es un altar abocinado de caliza esculpida en la antigua ciudad de Palestina de Meguido. A pesar de que es común en numerosas culturas, el altar no es universal. Se encuentra pocas veces en religiones indígenas de África, y el islam parece ser la única religión del mundo que no lo usa. Los altares varían en tamaño, forma y construcción. Un montículo de tierra; un montón de piedras, una gran lápida de piedra, madera o metal, o bien una trinchera perforada en la tierra como el vedi (altar) de la India primitiva, han servido como enclaves de ofrenda o sacrificio.

Al altar se le ha concedido un significado religioso y simbólico y se juzga un objeto santo y reverenciado, un lugar envuelto por la presencia divina donde podrían realizarse su contacto y su comunicación. Su poder era tan sagrado y se encontraba tan protegido por tabúes, que servía, a veces, de asilo para aquellos que buscaban refugio. En lo más intenso del simbolismo del altar subyace la idea de que sea el centro o imagen del Universo. Los griegos lo sopesaban como el núcleo de la tierra, del cual surgía toda vida. El significado cósmico del altar fue estudiado con gran profundidad, de forma especial en la India. Los antiguos eruditos observaban sus diferentes partes como representaciones de las diferentes secciones del Universo y concluyeron que su construcción era una reiteración de la producción. El altar, como un montículo alto de tierra, igualmente simbolizaba a la madre sagrada; su misma forma podía ser comparada con el cuerpo de una mujer.

En el cristianismo, el altar tenía un significado religioso muy extenso. Comenzó como una simple mesa de comunión, se transformó en el símbolo de Cristo y fue establecido con cinco heridas simbólicas en su consagración. Hacia el medievo el altar cristiano se transformó en un cetro muy ornamentado sobre el cual se depositaban las sagradas formas (pan y vino) para venerarlas en el sacramento de la eucaristía. Como en numerosas otras religiones, la mesa del altar en el cristianismo ha sido el punto destacado de la unidad, la reverencia, el rezo y la adoración.

En las religiones americanas del pasado prehispánico abundan las pruebas del uso de altares para los ritos religiosos. Los ejemplos mesoamericanos, avalados por los restos arqueológicos, engloban desde la etapa del florecimiento olmeca, en las culturas de San Lorenzo Tenochtitlan, en Veracruz, y la Venta, en Tabasco (del 1300 al 400 a.C.), hasta los últimos mexicas o aztecas de la Gran Tenochtitlan que cayeron en la defensa del imperio en 1521.

La presencia del altar en la vida ordinaria de las culturas mesoamericanas alcanza la etapa actual en la que, casi a forma oriental, inclusive en las casas rurales más indigentes, invariablemente hay un espacio de culto a forma de altar para los dioses tutelares y los antepasados familiares a quienes se les realiza una ofrenda sorprendente en la conmemoración de la festividad de los Fieles Difuntos, el 2 de noviembre.

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