Almorávides

Almorávides, integrantes de una dinastía que constituyó un imperio musulmán norteafricano que dominó al-Andalus desde finales del siglo XI hasta mediados del XII. Los almorávides (del árabe al-murabit, hombres del ‘ribat’) eran una confederación de tribus bereberes. Entre los años 1055 y 1080, los almorávides apresaron la totalidad del norte de África. En el 1070 instauraron Marrakech, que se transformaría en la capital del Imperio.

Tras la conquista de Toledo (1085) por Alfonso VI, los soberanos taifas de Sevilla, Granada y Badajoz solicitaron ayuda al jefe almorávide Yusuf ibn Tasfin, que derrotó al monarca castellano en la contienda de Sagrajas (1086). En el año 1090, los almorávides, con el amparo de los juristas malikíes y del pueblo llano, descontentos de sus monarcas, invadieron al-Andalus y apresaron los diversos reinos taifas: Granada (1090), Sevilla (1091), Badajoz (1094), Valencia (1102). Granada se transformó en la capital de la España almorávide.

La aparición de los almorávides y la agrupación de al-Andalus detuvieron el avance de los castellanos. En la contienda de Uclés (1108) infligieron una nueva derrota al monarca castellano, Alfonso VI. Dos años después, en 1110, integraron el reino taifa de Zaragoza, sin embargo su dominio fue efímero. En el año 1118 el monarca de Aragón, Alfonso I el Batallador, tomó la ciudad. Esta derrota constituyó un hito para el régimen almorávide en al-Andalus. En los años siguientes no consiguieron apresar Toledo, y Alfonso VII reanudó la ofensiva castellana, derrotando a los almorávides en múltiples contiendas entre 1139 y 1146. Al quebrarse su aptitud militar, la unidad de al-Andalus se resquebrajó dando lugar a los segundos reinos taifas. El declive del poder almorávide en la península Ibérica concordó con el declive de su imperio en el norte de África como consecuencia de la expansión de los almohades.

El declive de los almorávides no sucedía únicamente por circunstancias externos. Su implantación en al-Andalus tuvo un carácter eminentemente militar, y el fanatismo religioso de que hicieron ceremonia contribuyó a desintegrar la heterogénea sociedad de al-Andalus. La intransigencia de los almorávides motivó la emigración de copiosos mozárabes y judíos hacia tierras cristianas, desencadenó el descontento de la población y afectó negativamente en el avance de las letras, las ciencias y la filosofía.

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