Alma en las religiones orientales

En Oriente, la convicción en el alma humana es crucial en varios sistemas filosóficos y religiosos. De este modo, por ejemplo, a comienzos del hinduismo el alma (atmán) se encontraba identificada como el principio que controla todas las actividades y explica la identidad de uno y su conciencia. Las obras filosóficas hindúes, los Upanisad, identifican el atmán con lo divino (Brahman), añadiendo una dimensión eterna al alma. Vinculado animosamente a ello, el alma humana es atrapada en el ciclo de la reencarnación hasta que alcanza la purificación y el conocimiento se funde nuevamente con la realidad última. El budismo es único en la historia de las religiones porque asegura que el alma individual es una ilusión producida por múltiples autoridads psicológicas y fisiológicas. No tiene concepción de un alma o ser que pueda pervivir al fallecimiento. El modo de ver budista sobre la reencarnación no es otro que el de una cadena de secuelas mediatizadas por cualquier identidad continuada, aunque en la convicción popular esta sutileza se suele perder y los incondicionales consideran a los muertos como almas transmigratorias.

La religión china postula un alma dual, dividida en una parte más baja, más material (el p’o) y una parte mental más elevada (el hun). La primera fallece con el cuerpo y la última sobrevive al fallecimiento y se transforma en el foco de adoración de los antepasados.

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