Alexander Korda

Alexander Korda (1893-1956), director y productor de cine británico, nacido en Hungría, que desarrolló cintas en su país natal, Austria, Alemania, Hollywood y Francia antes de establecerse por fin en el Reino Unido, en 1931, como uno de los más significativos productores independientes. Con 50 cintas a sus espaldas, su conocimiento del mercado internacional era único en el Reino Unido al instituir la London Film Productions. Concontinuó financiación de una montón de fuentes múltiples para hacer La vida privada de Enrique VIII (1933), cinta privilegiada con la que conquistaría un éxito mundial.

Korda tenía una gran visión de futuro que le aceptó darse cuenta de las dos primordiales debilidades del cine británico: su falta de inversión en equipamientos, estudios y mano de obra; y su inadecuada distribución. Para remediar lo primero, erigió los estudios Denham y se llevó técnicos europeos y americanos a trabajar en cintas como: Catalina de Rusia (1934), La pimpinela escarlata (1934), El fantasma va al oeste (1935) o Las cuatro plumas (1939). De este modo, copiosos técnicos y directores ingleses tuvieron por primera ocasión la ocasión de aprender de maestros de la dirección, el montaje o la escenografía (como su hermano Vincent). Igualmente en el guion consiguió captar a escritores de la talla de R.C. Sherriff, H.G. Wells o Graham Greene, que cooperaron para prestigiar este departamento. Para remediar el segundo conflicto, Korda consiguió un ventajoso acuerdo para la distribución mundial con la productora United Artists, y otro con la sella propietaria del sistema más avanzado de fotografía en color, el Technicolor, sistema que él mismo llevaría a su máximo desenvolvimiento en Las cuatro plumas. Igualmente sobre los artistas tuvo una influencia muy positiva. Con él se comenzaron suficientes futuras estrellas de la pantalla y de la escena, como Laurence Olivier, Vivien Leigh, Sabú, Merle Oberon, Flora Robson o Charles Laughton.

Una vez remediados estos defectos de la producción británica, Korda continuó buscando las innovaciones, a veces antes inclusive de que las tecnologías apropiadas estuvieran suficientemente desarrolladas (como en el caso de El Ladrón de Bagdad, de 1940, en la que intentó mezclar el sonido y la música en el mismo set de rodaje). Este empeño por las innovaciones, en aras cada vez más del efectismo, significó que se aceptaran guiones sin fuerza, con lo que las cintas resultaban costosas sin embargo los ingresos resultaban impredecibles, hasta el punto de que los financieros le retiraron el control de los estudios en 1939. Korda se marchó entonces a Hollywood para terminar El Ladrón de Bagdad; se sostuvo allí tres años en los que rodó Lady Hamilton (1941), un alegato en favor del conflicto bélico y El libro de la selva (1942), que comandó su hermano Zoltan. En 1942, el primer ministro británico Winston Churchill le nombró sir, honor que por primera ocasión recaía en un cineasta.

De nuevo en Inglaterra, Korda reflotó su productora. Volvió a alcanzar estudios y entró en la distribución, sin embargo apenas conduciría dos cintas más tras el conflicto bélico: Separación peligrosa (1945), y Un marido ideal (1947). Su nombre desapareció pausadamente de las pantallas, especialmente tras la quiebra de British Lion, compañía que había acogido una considerable ayuda del gobierno y de cuyo revés se le culpó. Pero, aún produjo cintas tan importantes como El tercer hombre (1949), dirigida por Carol Reed y escrita por Graham Greene; tres cintas de Michael Powell entre las que destaca su obra maestra Los cuentos de Hoffman (1951); El déspota (1954), de David Lean, o Ricardo III (1956), de Laurence Olivier, en la que continuó mostrando su estilo restaurador adelantándose a los demás productores ingleses en el uso del CinemaScope, sistema para la proyección en gran panorámica que se impondría poco después y en el que Korda hizo igualmente Tempestad sobre el Nilo (1955).

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