Alejandro Magno y su imperio

Alejandro inició su guerra contra Persia la primavera del 334 a.C. al cruzar el Helesponto (hoy en día Dardanelos) con un ejército de unos 365.000 hombres de Macedonia y de toda Grecia; sus oficiales jefes eran todos macedonios, incluidos Antígono (después Antígono Monoftalmos), Tolomeo (después Tolomeo I) y Seleuco (después Seleuco I). En el río Gránico, cerca de la antigua ciudad de Troya (en la actual Turquía), atacó a un ejército de 40.000 persas y griegos hoplitas (mercenarios). Sus fuerzas derrotaron al enemigo y, conforme la tradición, apenas perdió 110 hombres; después de esta combate, toda Asia se rindió. Al parecer, en su trayecto a través de Frigia cortó con su espada el nudo gordiano. Continuó avanzando hacia el sur y se encontró con el ejército destacado persa, bajo el mando de Darío III, en Isos, en el noroeste de Siria. Según la tradición, el ejército de Darío se estimaba en 500.000 militares, cifra que hoy es identificada exagerada. La combate de Isos, en el año 333 a.C., concluyó con una gran conquista de Alejandro. A pesar de que cortó la renuncia, Darío huyó, abandonando a su madre, cónyuge e hijos a Alejandro, quien les trató con respeto por causa de su condición de familia real. Tiro, un puerto marítimo muy fortificado, ofreció una resistencia obstinada, sin embargo Alejandro lo tomó por asalto en el 332 a.C. después de un asedio de siete meses. Seguidamente, Alejandro capturó Gaza y después pasó a Egipto, donde fue acogido como libertador. Estos capítulos posibilitaron el control de toda la línea costera del Mediterráneo. Después, en el 332 a.C., creó en la desembocadura del río Nilo la ciudad de Alejandría, que se transformó en el centro literario, científico y comercial del mundo griego. Cirene, la capital del antiguo reino de Cirenaica, en el norte de África, se rindió a Alejandro en el 331 a.C., extendiendo sus dominios a la totalidad del territorio de Cartago.

En la primavera del 331 a.C. Alejandro hizo una peregrinación al gran templo y oráculo de Amón-Ra, el deidad egipcio del Sol a quien los griegos consideraron con Zeus. Se creía que los primeros faraones egipcios eran hijos de Amón-Ra, y Alejandro, el nuevo jefe de Egipto, pretendía que el deidad le reconociera como su hijo. La peregrinación tuvo triunfo, y quizá corroborara la convicción de Alejandro en su propio origen divino. Dirigiéndose nuevamente hacia el norte, reestructuró sus fuerzas en Tiro y salió hacia Babilonia con un ejército de 40.000 infantes y 7.000 jinetes. Cruzó los ríos Éufrates y Tigris y se encontró con Darío al frente del ejército persa, el cual, conforme reportes exagerados, llevaba un millón de hombres, cuantía que no imposibilitó que sufriera una derrota devastadora en la combate de Arbela (Gaugamela) el 1 de octubre del 331 a.C. Darío huyó al igual que hizo en Isos y un año después fue asesinado por uno de sus propios colaboradores. Babilonia se rindió después de Gaugamela, y la ciudad de Susa, con sus monumentales tesoros, fue igualmente conquistada. Después, hacia mitad del invierno, se comandó a Persépolis, la capital de Persia. Posteriormente a robar los tesoros reales y apropiarse de un rico botín, quemó la ciudad, lo cual completó la destrucción del antiguo Imperio persa. El dominio de Alejandro se extendía a lo largo y ancho de la orilla sur del mar Caspio, incluyendo las actuales Afganistán y Beluchistán, y hacia el norte a Bactriana y Sogdiana, el actual Turkestán ruso, igualmente conocido como Asia central. Sólo le llevó tres años, desde la primavera del 330 a.C. hasta la primavera del 327 a.C., dominar esta vasta zona.

Para terminar la conquista del resto del Imperio persa, que en tiempos había incluido parte de la India occidental, Alejandro cruzó el río Indo en el 326 a.C. e invadió el Punjab, alcanzando el río Hifasis (actual Bias); en este punto los macedonios se rebelaron, negándose a continuar. Por lo tanto Alejandro erigió una flota y bajó navegando el Hidaspo (llamado Hydaspes por los griegos, donde derrotó al jefe indio Poros en el 326 a.C.) hacia el Indo, alcanzando su delta en septiembre del 325 a.C. La flota continuó hacia el golfo Pérsico. Con su ejército, Alejandro cruzó el desierto de Susa en el 324 a.C. La exigüidad de comida y agua durante la marcha había provocado varias pérdidas y conflictos entre sus tropas. Alejandro pasó en torno a un año organizando sus dominios e inspeccionando territorios del golfo Pérsico donde conquistar nuevas conquistas. Llegó a Babilonia en la primavera del 323 a.C., sin embargo en junio contrajo fiebres y falleció. Dejó su Imperio, conforme sus propias palabras, “a los más fuertes” este ambiguo testamento desencadenó espantosos combates internos durante medio siglo.

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