Alberto Durero

Alberto Durero (1471-1528), artista germánico, una de las figuras más significativos del renacimiento, conocido en la totalidad del mundo por sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte, que ejercieron una penetrante influencia en los artistas del siglo XVI de su propio país y de los Países Bajos.

Nació el 21 de mayo de 1471 en Nuremberg. Su padre, Alberto Durero el Viejo, era orfebre y fue el primer maestro de su hijo. De su primera formación, el joven Durero heredó el legado del arte germánico del siglo XV, en el que se encontraba muy presente la pintura flamenca del gótico tardío. Los artistas alemanes no tenían obstáculo en adaptar su propia tradición gótica a la de artistas flamencos como Robert Campin, Jan van Eyck y, especialmente, Rogier van der Weyden. El concepto empírico del mundo de los pueblos del norte (inspirado más en la observación que en la teoría) era el nexo común. A lo largo del siglo XVI el fortalecimiento de vínculos con Italia a través del comercio y la divulgación de las ideas de los humanistas italianos por el norte de Europa, infundieron nuevas ideas al mundo del arte germánico, de tradición más conservadora.

Para los artistas alemanes resultaba difícil conciliar su imaginería medieval —representada con ricas texturas, colores brillantes y figuras dibujadas con gran lujo de detalle— con el énfasis que los artistas italianos ponían en la antigüedad clásica, los asuntos mitológicos y las figuras idealizadas. La labor que Durero se planteó fue la de abastecer a sus compatriotas de un modelo con el que pudieran conjuntar el interés empírico por los detalles naturalistas con los trazos más teóricos del arte italiano. En su rebosante correo —especialmente en las cartas al humanista Willibald Pirckheimer, eterna amistad del artista— y en múltiples publicaciones, Durero aseguraba que la geometría y las medidas eran la clave para comprender el arte renacentista italiano y, a través de él, el arte clásico. Desde en torno a 1507 hasta su fallecimiento tomó notas y desarrolló dibujos para su tratado más conocido, Vier Bücher von menschlicher Proportion (Cuatro obras escritas sobre las proporciones humanas, divulgado a título póstumo en 1528). Pero, otros artistas coetáneos suyos, con una orientación de tipo más visual que literaria, exponían mayor interés por los grabados en planchas de cobre y madera de Durero, que por sus escritos conducidos a orientarlos en la modernización de su arte con desnudos de corte clásico y asuntos idealizados, propios del renacimiento italiano.

2 APRENDIZAJE Y PRIMER VIAJE

Posteriormente a estudiar con su padre, con 15 años entró como aprendiz del pintor y grabador Michael Wolgemut. Entre 1488 y 1493, el taller de Wolgemut se ocupó de la considerable labor de realizar copiosas xilografías para ilustrar la Crónica de Nuremberg (1493), de Hartmann Schedel, y es probable que recibiera una instrucción absoluta sobre cómo hacer los dibujos para las planchas de madera. A lo largo de toda la etapa renacentista, el sur de Alemania fue centro de numerosas publicaciones y era común que los pintores de ese periodo estuvieran igualmente cualificados para realizar xilografías y grabados para ellas.

Como era tradición entre los jóvenes que habían finalizado su periodo de aprendizaje, promovió un viaje de estudios en 1490. En 1492 llegó a Colmar (hoy en día en Francia), donde intentó entrar en el taller del pintor y grabador germánico Martin Schongauer que, cosa que no sabía Durero, había muerto en 1491. Los hermanos de Schongauer le recomendaron que se dirigiera al centro de publicaciones de Basilea, en Suiza, para rastrear trabajo. En Basilea y después en Estrasburgo, Durero desarrolló ilustraciones para varias publicaciones, entre las que se encuentra Das Narrenschiff de Sebastian Brant en 1494 (traducida en 1507 como La nave de los locos).

A lo largo de esta primera etapa de su vida, comprendida entre su aprendizaje y su retorno a Nuremberg en 1494, su arte evidencia una grande sencillez en el trazado del dibujo y una minuciosa observación del detalle. Dichas cualidades son en especial incuestionables en una serie de autorretratos, entre los que se encuentra uno de sus dibujos más arcaicos (1484, Albertina, Viena) que hizo a la edad de 13 años, un retrato de expresión seria dibujado en 1491 (Colecciones de la Universidad, Erlangen, Alemania), y otro retrato en el que aparece como un joven seguro de sí mismo (1493, Louvre, París).

3 PRIMER VIAJE A ITALIA

Posteriormente a contraer matrimonio con Agnes Frey en Nuremberg en 1494, Durero viajó a Italia. Allí desarrolló acuarelas de paisajes con gran minuciosidad de detalle, seguramente durante su viaje de retorno, como por ejemplo una vista del castillo de Trento (National Gallery, Londres). A lo largo de los diez años siguientes en Nuremberg, desde 1495 a 1505, produjo un gran número de obras que le cooperaron para asentar su fama. Entre ellas destaca la serie de xilografías para ilustrar el Apocalipsis (1498), los grabados de La gran riqueza (1501-1502) y La caída del hombre (1504). Éstas y otras obras de este periodo exhiben, en su conjunto, una pericia técnica cada vez mayor en el arte de la xilografía y el grabado, un manejo de las proporciones humanas inspirado en las escrituras del tratadista romano Vitrubio y una brillante aptitud para integrar detalles de la naturaleza en obras que evidencian el entorno con gran realismo. En 1498 pintó su Autorretrato (Museo del Prado, Madrid) y en 1500 el de la Pinacoteca de Munich, en el que se simboliza con las características que comúnmente se atribuyen a Cristo, y manifiesta de forma visual la desasosiego que demostró durante toda su vida por aumentar la categoría del artista por encima de la del mero artesano.

4 SEGUNDO VIAJE A ITALIA

Durero volvió a desplazarse a Italia entre 1505 y 1507. En Venecia conoció al gran maestro Giovanni Bellini y a otros artistas, y sus compatriotas de la Fondaco dei Tedeschi le encomendaron un retablo para la iglesia de San Bartolomé, La celebración del Rosario (1506, Museo Nacional, Praga). En 1507 volvió a Nuremberg donde inició un segundo periodo de una ingente producción artística con obras como el retablo para la iglesia de los dominicos de Frankfurt (1508-1509, derribado en un incendio en 1729), la tabla de la Adoración de la Trinidad (1508-1511, Kunsthistorische Museum, Viena), Eva (1507, Museo del Prado, Madrid), retratos y copiosos grabados, entre los que se hallan dos ediciones de la Pasión, los grabados en madera para el Arco de triunfo, requerido del emperador del Sacro Imperio Romano Maximiliano I, y una serie de grabados como El caballero, la Muerte y el Diablo (1513), San Jerónimo (1514) y La melancolía (1514). Mediante el grabado de línea Durero consiguió hacer diferentes gamas de sombreado y texturas con las que consiguió plasmar formas tridimensionales con una pericia jamás antes superada.

5 ÚLTIMO VIAJE Y ÚLTIMAS OBRAS

En 1520 se enteró de que Carlos I, sucesor de Maximiliano I, iba a desplazarse desde España a Aquisgrán para ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano. Durero recibía una pensión anual por parte de Maximiliano y tenía la tentativa de que Carlos I mantuviera esa asignación. Emprendió el viaje a Aquisgrán, que financió vendiendo grabados y otras obras durante el trayecto, y de allí sucedió a los Países Bajos entre 1520 y 1521. De este momento es el San Jerónimo de 1521, uno de los santos predilectos del pintor. Su diario nos suministra un fascinante relato de estos viajes, de las audiencias de los monarcas y de los recibimientos que le brindaron sus colegas artistas, en especial en Amberes. Su audiencia con Carlos I pareció conveniente. Regresó a Nuremberg, donde habría de conservarse hasta su fallecimiento, el 6 de abril de 1528. Sus últimas obras son dos grandes tablas en las que están representados Los cuatro apóstoles (c. 1526, Alte Pinakothek, Munich), que ofreció como regalo a la ciudad de Nuremberg.

La calidad de la obra de Durero, la cuantía prodigiosa de su producción artística y la influencia que ejerció sobre sus coetáneos fueron de una relevancia grande para la historia del arte. En un entorno más amplio, su interés por la geometría y las proporciones matemáticas, su intenso sentido de la historia, sus observaciones de la naturaleza y la conciencia que tenía de su propio potencial ingenioso son una demostración del espíritu de perseverante curiosidad intelectual del renacimiento.

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