Ahorro de energía y efecto invernadero

Hay diversos métodos sin embargo el más efectivo es quemar menos combustibles fósiles y en especial, combustibles ricos en carbono como el carbón y el petróleo. Estos combustibles igualmente tienen un alto contenido de azufre, que junto con nitrógeno dan lugar a emisiones de carácter ácido y causan la lluvia ácida. De ello se desprende que la protección del medio ambiente es hoy el mayor incentivo para el ahorro de energía. A largo plazo, igualmente es significativo el agotamiento de los recursos de combustibles fósiles, no renovables. Al ritmo de consumo actual se calcula que las reservas de petróleo y gas natural durarán unos cincuenta años y las de carbón unos doscientos años.

La demanda progresiva de combustibles fósiles y los daños por la contaminación provenientes de su uso han motivado denominadas de atención para ir avanzando hacia un desenvolvimiento sostenible, un concepto que apoyan políticos de muchos países. El enorme obstáculo para conquistar esta meta ha sido menospreciado frecuentemente. El Consejo Mundial de la Energía estima que las fuentes de energías renovables apenas podrán dar un 30% de la demanda mundial en el año 2020 (aunque la cifra podría llegar a un 60% para el año 2100).

Por esta razón, la Unión Europea ha llevado a cabo copiosas propuestas para estimular el ahorro de energía, estimando posible conquistar un ahorro del 20%. El Consejo Mundial de la Energía ha recomendado una reducción de la magnitud de la energía para el futuro en diferentes zonas, teniendo en cuenta la cuantía de energía necesaria para hacer una unidad del producto interior bruto (PIB). En un dossier de 1993, el Consejo Mundial de la Energía publicó sus estimaciones para un uso eficaz de la energía, situándolo en un 3 o 3,5% para los países medios, un 4-5% para Europa occidental y Japón, y apenas un 2% para Estados Unidos.

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