Agar

Agar, en el Antiguo Testamento, concubina del patriarca Abraham y madre de Ismael. Agar era la esclava egipcia de la cónyuge de Abraham, Sara, que por causa de su esterilidad, se la entregó a su marido con la aguardanza de tener descendencia. Pero, en el momento en que Agar concibió un hijo, Sara, celosa, lamentó su determinación. Para desbandarse a la persecución de Sara, Agar huyó al desierto. Tranquilizada por las promesas de un ángel, volvió para dar a Abraham un hijo, Ismael (Gén. 16). De forma inadvertida, Sara concibió y dio a luz un hijo, que igualmente lo era de Abraham y que fue denominado Isaac. Tras el nacimiento de éste, Sara persuadió a Abraham para que destituira a Ismael y a su madre. Ambos vagaron por el desierto, donde se les apareció un ángel que profetizó la grandeza de Ismael y de su descendencia (Gén. 21,1-21).

La historia de Agar ha sido representada de varias formas. Según algunos especialistas, Agar personifica a una tribu que, en algún momento, estuvo muy conectada con alguno de los clanes hebreos. La pugna desencadenó la división, que se describe como la expulsión del clan inferior por el superior.

La historia de Agar ha ido al Nuevo Testamento y a la literatura rabínica. En una alegoría, san Pablo la compara con Sara. Agar (la esclava) simboliza a la Jerusalén terrenal, mientras que Sara (la mujer libre) sería la ‘Jerusalén de arriba’ (celestial). Pablo hace, además, una comparación semejante entre Ismael e Isaac (Gál. 4,22-31). Una tradición judía identifica a Agar con la segunda cónyuge de Abraham, Queturá (Gén. 25,1), y en otra aparece como hija de un faraón egipcio.

En la tradición islámica, Agar es la cónyuge legítima de Abraham e Ismael su hijo predilecto. Los árabes identifican a Ismael como su progenitor.

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