Afrancesados

Afrancesados, nombre que recibieron, de forma despectiva, los defensores del monarca José I, hermano de Napoleón Bonaparte y monarca de España (1808-1813) tras las repetidas abdicaciones efectuadas en Bayona por los soberanos españoles Carlos IV y Fernando VII en la primavera de 1808. Entre los afrancesados o josefinos, defensores del accidentalismo dinástico (impasibilidad en relación de la Casa reinante que ejerza el poder monárquico), se encontraba todo un sector heredero de la Ilustración, persuadido de la viabilidad reformista en el terreno político y socioeconómico del Estatuto de Bayona de 1808 (la carta concedida con carácter constitucional, instigada por Napoleón para que sirviera de marco legal al reinado de su hermano), al que consideró como una vía de tránsito moderado hacia el liberalismo.

Junto a este conjunto, en el que inicialmente se hallaban figuras de la talla del financiero Francisco Cabarrús, del que fuera virrey de Nueva España Miguel José de Azanza, del dramaturgo Leandro Fernández de Moratín, del ex secretario de Estado Mariano Luis de Urquijo o del futuro ministro de Fomento Francisco Javier de Burgos, florecieron igualmente meros oportunistas denominados «juramentados», en su mayoría aristócratas, alto clero y personas próximas al poder sin mayores convicciones. El retorno a España de Fernando VII en 1814 significó, contra lo garantizado en el Tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813), la depuración política de los afrancesados que no habían cruzado los Pirineos, imputados de colaboracionistas y objeto de una generalizada contención que incluyó la inhabilitación pública, el destierro o la confiscación de bienes.

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