Adolf Hitler, el dictador de Alemania

Pese a lo dispuesto por el poder económico, una vez que Hitler accedió a la jefatura de la regencia, no tardó en autoestablecerse dictador del país, acumulando la presidencia del Reich y de la cancillería con el título de Reichsführer. Miles de habitantes contrarios al partido nazi eran enviados a campos de concentración y se eliminó cualquier asomo de disconformidad. Su mayoría parlamentaria le aceptó aceptar una ley que transfería al partido nazi el control de la burocracia y del sistema judicial, reemplazaba los sindicatos por un Frente del Trabajo germánico dirigido igualmente por los nazis y prohibía todos los partidos políticos excepto el Nacionalsocialista. Las autoridades nazis tomaron el control de la economía, los medios de comunicación y todas las actividades culturales realizando depender los puestos de trabajo de la fidelidad a su ideología.

Hitler contaba con su policía secreta, la Gestapo, y con las prisiones y campos de concentración para intimidar a sus oponentes, aunque la mayoría de los alemanes le apoyaban con entusiasmo. El avance de la industria armamentística acabó con el desempleo, los trabajadores se vieron atraídos por un codicioso programa de ocio y los triunfos conseguidos en política exterior impresionaron al país. De esta manera, Hitler consiguió moldear al pueblo germánico hasta transformarle en la herramienta flexible que precisaba para establecer el dominio de Alemania sobre Europa y otras partes del mundo. El dictador impuso su propio e inhumano código moral tras desacreditar el poder de las autoridades eclesiásticas, acusándolas de corrupción e inmoralidad. Ridiculizó el concepto de equidad entre los seres humanos y reforzó la superioridad racial de los alemanes. Puesto que se juzgaban integrantes de una raza superior, creían tener derecho a dominar a todas las naciones a las que habían sometido. La progresiva e implacable persecución contra los judíos tenía como propósito familiarizar a los alemanes con esta labor.

Hitler, resuelto a emprender la producción de su imperio, inició el rearme de Alemania en 1935 (en contra de lo negociado en el Tratado de Versalles que había puesto fin a la Primera Guerra Mundial en lo concerniente a la derrotada Alemania), mandó tropas a la región desmilitarizada de Renania en 1936, y anexionó Austria y los Sudetes en 1938. El resto del territorio checoslovaco quedó bajo control germánico en marzo de 1939. Igualmente fue en ayuda de las tropas rebeldes de la Guerra Civil española (1936-1939), encabezadas por Francisco Franco. Ninguno de los jefes de otros países se opusieron a estas acciones, desconcertados ante la estrategia de Hitler y ante el pavor de que se produjera una nueva guerra.

Hitler poseía una personalidad carismática y una arrolladora energía. Su legado fue únicamente un rastro de destrucción total y ninguna de las fundaciones u organizaciones que creó ha permanecido.

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