Acuarelas inglesas

La acuarela sobrellevó la evolución más significativa de su historia en Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XVIII, coincidiendo con el avance, que además la intensificó, del romanticismo, que glorificaba la naturaleza y la belleza natural. Adicionalmente de ser la técnica más conveniente para la pintura al aire libre (por su veloz secado), la acuarela era especialmente adecuada para representar los asuntos románticos preferidos, como cielos tormentosos, niebla y bruma, y espesos follajes. Al principio, los acuarelistas ingleses seguían la tradición holandesa y se servían de aguadas de color para resaltar sus dibujos a pluma o a lápiz. Pero, a mediados de la década de 1700, la técnica de la acuarela se libró de esas ataduras —especialmente con la obra restauradora de Paul Sandby—, y los artistas comenzaron a adaptar la pintura de forma directa sobre el rol sin atenerse a contornos anticipadamente dibujados. Esta evolución marcó la madurez de la acuarela como modalidad artística y se hizo muy popular. Los asuntos englobaban mucho más allá del paisaje, incluyendo las composiciones místicas de William Blake y las sátiras sociales de las caricaturas de Thomas Rowlandson.

En manos de algunos artistas, la naturaleza pastoril y tranquila de la acuarela fue sustituida por el drama, la grandeza y lo sublime. John Robert Cozens, por ejemplo, desarrolló acuarelas muy evocadoras de los Alpes suizos y ejerció una significativo influencia sobre los dos grandes maestros ingleses de la acuarela, Thomas Girtin y Joseph Mallord William Turner. En la primera mitad del siglo XIX, este último alcanzó una notoriedad y luminosidad que no ha encontrado parangón; para detallar sus acuarelas se decía que habían sido “pintadas con vapor teñido”.

— 169 visualizaciones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *